martes, 18 de septiembre de 2012

nº 0008

Está claro que finjo: no me gusta 
pensar. De los libracos 
que del Saber poseo no quisiera 
volver a padecer 
ninguno. Entre poemas me demoro, 
entre sus extraviadas 
razones, desvaríos, pretensiones: 
su singular, su tan 
incomparable, frágil evidencia. 
¿Que qué fue del Saber? 
La veleidosa voluntad de dar 
con la palabra suma 
--eterna, perentoria: inobjetable-- 
al cabo derivó 
en la de apenas si contar los propios 
asuntos con palabras 
personales, amadas porque, claro, 
son --¡qué otra cosa!-- mías. 
¿Y en lo futuro? Prescindir, si puedo, 
de requerir lectores: 
la aprobación que pretendí jamás 
estuvo en ningún rostro. 
Paciencia, corazón: alguna mosca 
de la belleza hará 
que abandone el acecho pusilánime 
hendiendo al fin la red. 

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