sábado, 10 de abril de 2010

Allá cuando el tango era tango

Milsacos se apropingua
con su diadema al cuello,
ojal de tres botones
y daga en el talón.

Da un paso y, cortajeado
por la moda, rugiera:
"¡me cago en tu cintura,
negrita de salón!".

La interpelada llora,
vocean los tambores
y el guapo presentido 
por tu ceño es un don.

"¿Por qué tu verba adhiere
mierditas a mi estampa?
Más te valiera asirte
los huevos a un portón."

Milsacos ya no sufre
malevolencias tales:
da un cachetón/cianuro
a la nuera del son.

Cuando entonces Fresnillo,
amante de mellizas,
le muerde el occipucio,
lo encierra en un cantón.

Pobre Milsacos. Reo
de la moda, y herido,
nunca tuviste estrella.
Dale uso al cinturón.

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